De lejos parecieran ser hojas de papel apiladas, pero en la cercana realidad son chapas. Es decir, eran los revestimientos de las viviendas de tucumanos del este de la provincia que, tras los feroces vientos que arreciaron durante las últimas horas del viernes, se han quedado sin un techo, en el más trágico y literal sentido de la expresión.
La situación para muchos es desesperante, pero todos cuentan que algún vecino la está pasando peor. Lastenia y la Banda del Río Salí son las principales zonas afectadas por el meteoro. Esta vez la lluvia no fue lo peor, sino el vendaval. Los vecinos que se acercan a LA GACETA repiten, como si se tratara de una letanía, que nunca vivieron una inclemencia semejante. De acuerdo con las cifras oficiales, brindadas a este diario por el vicegobernador Osvaldo Jaldo, son 400 los afectados por una situación de nombre alarmante: “voladura de techo”. Incontables árboles no pudieron morir de pie y fueron tumbados por el soplido furioso de la naturaleza. Buena parte de ellos se desplomó sobre casillas que fueron directamente demolidas; o sobre el tendido de la red eléctrica y dejaron sin luz a vastos sectores de ambas ciudades.
La interrupción del suministro de energía tiene un agravante en Banda del Río Salí y Lastenia: la provisión de agua se da mediante bombas, que dejaron de funcionar.
Las calles no están ocupadas por autos sino por postes de luz, cables y cadáveres de árboles de todos los tamaños. La gente trabaja desde temprano para reparar los destrozos. Algunos gigantes, en su caída, fueron más allá de la calzada.
En Banda del Río Salí, un eucalipto se desplomó y obstruyó la entrada de la casa de Juan Ruiz. “Ahora estamos trabajando para cortar las ramas que están sobre el techo y poder mover el tronco. Los de la Municipalidad nos están ayudando mucho, pero hay partes que están peor. Nunca vi algo así: como bandadas de pájaros volaban las chapas”, describe el apesadumbrado vecino.
En las esquinas, se agrupan vecinos para intercambiar estupores. En la Diagonal Alberto Paz y 9 de Julio, Miguel Moreno y Eduardo Cano coinciden en que “el viento fue como un tornado”.
En Lastenia, Blanca Navarro está sentada con su hija en la entrada de su casa, observando con desamparo la cuadra de su barrio. “Es la segunda vez que se inunda mi casa, era un río, pero es la primera vez que se me levanta el techo. Estamos sin luz y sin agua, que es lo que más necesitamos. Mi hijo estaba adentro de su casa cuando se empezó a volar y perdió todo, esto es un gasto de arriba”, se lamenta mientras, en el mismo terreno, su hijo reconstruye con maderas la vivienda lateral.
A dos cuadras de allí, Carlos Frías cuenta cómo uno de sus hijos pequeños se lesionó el brazo porque se le cayó un ladrillo encima.
Alrededor, muchos hogares ya no existen. Se fueron con el viento. Eso atestigua Ana Albarracín, embarazada de siete meses. Junto con su marido, Esteban Carrizo, estaban dentro de su casa cuando todo comenzó a desmoronarse. Los materiales cayeron sobre ella y la golpearon dejándole moretones en varias partes del cuerpo.
“Tengo que ir al médico a ver cómo está mi bebé después del golpe. Estábamos construyendo nuestra casilla, pero ahora ya no queda nada”, se aflige. Su mamá, Guillermina González, fue a buscarla porque Ana no puede estar sin agua y sin comida. Además, quiere llevar ropa para los vecinos que también perdieron todo.